Dos hombres, ambos seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno de ellos se le permitía sentarse en su cama por una hora cada tarde, para ayudar a drenar los fluidos de sus pulmones. Su cama estaba junto a la única ventana del cuarto. El otro hombre debía permanecer todo el tiempo en su cama tendido sobre su espalda. Los hombres hablaban por horas y horas acerca de sus esposas y familias, de sus hogares, sus trabajos, su servicio militar, de cuando ellos habían estado de vacaciones. Y cada tarde en la cama cercana a la ventana, el hombre que podía sentarse, se pasaba el tiempo describiéndole a su compañero de cuarto las cosas que podía ver desde allí. El hombre en la otra cama, comenzaba a vivir, en esos pequeños espacios de una hora, como si su mundo se agrandara y reviviera por toda la actividad y el color del mundo exterior. Se divisaba desde la ventana un hermoso lago. Cisnes, personas nadando y niños jugando con sus pequeños barcos de papel. Jóvenes enamorados caminaban abrazados entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes y viejos árboles adornaban el paisaje y una ligera vista del horizonte en la ciudad podía divisarse a la distancia. Como el hombre de la ventana describía todo esto con exquisitez de detalle, el hombre de la otra cama podía cerrar sus ojos e imaginar tan pintorescas escenas. Una cálida tarde de verano, el hombre de la ventana le describío un desfile que pasaba por ahí. A pesar de que el otro hombre no podía ver a la banda, podía visualizarlo todo en su mente, pues el caballero de la ventana lo representaba con palabras sumamente descriptivas. Días y semanas pasaron. Y un día, la enfermera de la habitación llevando agua para el baño de cada uno de ellos; únicamente para descubrir el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, el mismo que había muerto tranquilamente en la noche mientras dormía. La mujer se entristeció mucho y llamó a los dependientes del hospital para sacar el cuerpo. Tan pronto como creyó conveniente, el otro hombre preguntó si podía ser trasladado cerca de la ventana. La enfermara estaba feliz de realizar el bambio, luego de estar segura de que estaba confortable, ella lo dejó solo. Lenta y dolorosamente se incorporó apoyado en uno solo de sus codos para tener su primera visión del mundo exterior. Finalmente, iba a tener la dicha de verlo por sí mismo. Se estiró para, lentamente girar su cabeza y mirar por la ventana que estaba junto a la cama y vió una pared blanca. El hombre preguntó a la enfermera qué pudo haber obligado a su compañero de cuarto describir tantas cosas maravillosas a través de la ventana. La enfermera le contesto que ese hombre era ciego y que por ningún motivo podía ver esa pared...
miércoles, 17 de octubre de 2012
A través de la ventana...
Dos hombres, ambos seriamente enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno de ellos se le permitía sentarse en su cama por una hora cada tarde, para ayudar a drenar los fluidos de sus pulmones. Su cama estaba junto a la única ventana del cuarto. El otro hombre debía permanecer todo el tiempo en su cama tendido sobre su espalda. Los hombres hablaban por horas y horas acerca de sus esposas y familias, de sus hogares, sus trabajos, su servicio militar, de cuando ellos habían estado de vacaciones. Y cada tarde en la cama cercana a la ventana, el hombre que podía sentarse, se pasaba el tiempo describiéndole a su compañero de cuarto las cosas que podía ver desde allí. El hombre en la otra cama, comenzaba a vivir, en esos pequeños espacios de una hora, como si su mundo se agrandara y reviviera por toda la actividad y el color del mundo exterior. Se divisaba desde la ventana un hermoso lago. Cisnes, personas nadando y niños jugando con sus pequeños barcos de papel. Jóvenes enamorados caminaban abrazados entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes y viejos árboles adornaban el paisaje y una ligera vista del horizonte en la ciudad podía divisarse a la distancia. Como el hombre de la ventana describía todo esto con exquisitez de detalle, el hombre de la otra cama podía cerrar sus ojos e imaginar tan pintorescas escenas. Una cálida tarde de verano, el hombre de la ventana le describío un desfile que pasaba por ahí. A pesar de que el otro hombre no podía ver a la banda, podía visualizarlo todo en su mente, pues el caballero de la ventana lo representaba con palabras sumamente descriptivas. Días y semanas pasaron. Y un día, la enfermera de la habitación llevando agua para el baño de cada uno de ellos; únicamente para descubrir el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, el mismo que había muerto tranquilamente en la noche mientras dormía. La mujer se entristeció mucho y llamó a los dependientes del hospital para sacar el cuerpo. Tan pronto como creyó conveniente, el otro hombre preguntó si podía ser trasladado cerca de la ventana. La enfermara estaba feliz de realizar el bambio, luego de estar segura de que estaba confortable, ella lo dejó solo. Lenta y dolorosamente se incorporó apoyado en uno solo de sus codos para tener su primera visión del mundo exterior. Finalmente, iba a tener la dicha de verlo por sí mismo. Se estiró para, lentamente girar su cabeza y mirar por la ventana que estaba junto a la cama y vió una pared blanca. El hombre preguntó a la enfermera qué pudo haber obligado a su compañero de cuarto describir tantas cosas maravillosas a través de la ventana. La enfermera le contesto que ese hombre era ciego y que por ningún motivo podía ver esa pared...
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